jueves, 25 de agosto de 2011

MI INSTITUCION


Año de creación:
1994


Director:
M. en C. Miguel Ángel Vázquez Mendoza


Alumnos y Personal
Alumnos:
1697
Personal docente:
62
Personal administrativo:
28


Instalaciones
Edificios:
6
Aulas:
22
Laboratorios:
3
Areas administrativas:
1
Talleres y salas de cómputo:
3
Áreas deportivas:
3
Bibliotecas:
1
( 5131 ejemplares )
Cafeterías:
1



El plantel Valle de Chalco Solidaridad ofrece las siguientes especialidades

AUTOAGRESION FISICA

El comportamiento autoagresivo (CAA) incluye una serie de conductas en las que el sujeto se ocasiona un daño directo y deliberado como la autoagresión no suicida (AANS) o el intento de suicidio. De acuerdo con lo informado en varios estudios, es importante diferenciar las distintas formas de CAA, dado que cada una constituye un conjunto particular con diferentes correlatos y funciones. Es claro que la AANS y los intentos de suicidio son fenómenos conductuales diferentes; no obstante, existen varias cuestiones importantes acerca de la AANS y su relación con los intentos de suicidio que aún deben explicarse.


En cuanto a las características fundamentales de la AANS, se sugirió que los adolescentes que la cometen presentan trastornos graves de interiorización y elevado riesgo de presentar otros síntomas cognitivos, afectivos y conductuales. No obstante, no existe información acerca de los correlatos diagnósticos de la AANS con los trastornos incluidos en la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). Tampoco existen datos suficientes acerca de la presencia de trastornos de la personalidad entre los adolescentes que cometen AANS. Aunque este comportamiento se asocia más frecuentemente con el trastorno límite de la personalidad (TLP), el índice de TLP o de otros trastornos de la personalidad entre los adolescentes que presentan AANS no se conoce.
Si bien la AANS y el intento de suicidio son fenómenos conductuales diferentes, frecuentemente coexisten en un mismo individuo. Es necesario conocer el porcentaje de intentos de suicidio entre los sujetos que cometen AANS y la relación entre ambas conductas para poder identificar e intervenir ante el riesgo de formas múltiples de CAA. Además, es imperioso identificar los aspectos de la AANS que se asocian con los intentos de suicidio debido a la peligrosidad y letalidad de estas conductas.


Recientemente se propuso que los sujetos que comenten AANS tendrían mayor riesgo de intentos de suicidio y que esto se debería a que el suicidio es una conducta temible y extrema, por lo cual la mayoría de las personas no tendrían inicialmente la capacidad para cometerlo. Luego, aumentaría el coraje, la capacidad y el deseo de cometer intentos de suicidio, las AANS se repetirían y el proceso se reforzaría. Es decir, un efecto negativo de la AANS consistiría en la habituación del sujeto al miedo y al dolor físico asociados con la autoagresión; en consecuencia, aumentaría la capacidad para cometer autoagresiones letales. Aquellos pacientes con antecedentes de AANS más frecuente, duradera y efectuada mediante métodos diversos cometerían intentos de suicidio con mayor frecuencia en comparación con los que carecen de este antecedente

La autoagresión en los jóvenes

Lastimarse a propósito haciéndose heridas o cortes en el cuerpo con tijeras, navajas o cuchillos es un tipo de conducta poco conocida de autoagresión. La mayoría de jóvenes que lo hacen son del sexo femenino, suelen empezar en la adolescencia y algunas siguen haciéndolo siendo adultas. los cortes suelen hacerse en las muñecas, los brazos, las piernas o el abdomen. Otras emplean medios más agresivos como quemarse la piel cigarrillos, fósforos o mecheros. Todas estas agresiones al curarse suelen dejar cicatrices o marcas y las ocultan al máximo tapándolas con ropa.
Por este motivo resulta chocante ver a una chica/o con los brazos o abdomen tapados cuando hace un calor exasperante de una forma muy similar a lo que hacen las anoréxicas y lo mantienen en secreto.

¿Porqué estos jóvenes se autoagreden? Puede resultar difícil entender pero es la manera en que algunos tratan de afrontar el dolor que les provocan las emociones fuertes, la presión intensa o los problemas de relación importantes. Les parece que así pueden enfrentarse a sentimientos difíciles de sobrellevar o situaciones negativas ante las que se sienten impotentes para librarse de sentimientos de culpabilidad -no conocen mejores formas de liberarse de la presión, del dolor emocional, de la rabia, de la tristeza, del rechazo, de la desesperación, de la nostalgia o del vacío.
 

A veces tienen otros problemas mentales que contribuyen a su tensión emocional. En ocasiones (pero no siempre), es un fenómeno asociado a la depresión, el trastorno bipolar, los trastornos de la conducta alimentaria, el pensamiento obsesivo, el comportamiento compulsivo, problemas con el alcohol o las drogas. Aunque parezca increíble con la autoagresión no desea suicidarse sino que es un intento de sentirse mejor aunque el alivio sea temporal. Este hábito convertirse en una conducta compulsiva, es decir, que cuanto más se lesiona, más necesidad siente de hacerlo ya pesar de que puede ser difícil de romper, es posible superarlo con la ayuda de un buen profesional.

Por último un hecho curioso que yo no conocía: radiólogos norteamericanos describieron lo que es una nueva forma y distinta de automutilación en los adolescentes llamada trastorno de "autoincrustración", es decir, la introducción de cuerpos extraños en tejidos blandos del cuello, los brazos, las manos, los tobillos y los pies.
Si ven lesiones raras en los brazos u otros lugares del cuerpo de forma inexplicable sospeche un maltrato o una auto agresión

TIPOS DE COMPORTAMIENTOS DE AUTOAGRESIONES

 Cuando la persona, por su talante anterior, guarda las apariencias y no dirige la rabia hacia el exterior, la vuelve:

• [a] Un comportamiento auto-lesivo, auto-punitivo.
• [b] Un comportamiento agresivo-pasivo

El comportamiento [a] auto-agresivo consiste en hacerse daño a uno mismo. Cuando uno se daña hace a la vez de sujeto irascible, de verdugo ejecutor, y al mismo tiempo de víctima pasiva -que es la parte que en realidad hace que la ira se transforme en dolor y tristeza. La auto agresión consiste en:

• insultarse y despreciarse constantemente (``soy imbécil'', ``estoy hecho un asco'')
• auto-críticas destructivas (``nunca ha valido para nada'', ``no soy capaz de reaccionar'')
• auto-evaluaciones negativas (``lo hago todo mal'', ``no doy pie con bola'')
• dejar de hacer cosas agradables (elegir el alimento menos sabroso, sentarse en el asiento más incómodo, no ir a ver la película que teníamos intención de ver, renunciar a una visita o a un favor, consuelo o ayuda que nos ofrecen)
• llevar a cabo acciones de ``auto degradación'' tales como cortarse el pelo, ir con la ropa más lúgubre, poner música fúnebre en el tocadiscos, complacerse en los estímulos que proporcionan pena y dolor (determinadas fotos y cartas, evocar recuerdos desagradables, traer a colación viejas ofensas)
• autolesiones (golpes, pellizcos, quemaduras) e intentos de suicidio.

El comportamiento [b] pasivo es una forma indirecta -y por ello mismo, generalmente inadecuada- de protestar y vengarse de los que han suscitado en nosotros la ira desatada. Dejar una ventana abierta por descuido en pleno invierno, quemar la comida, ponerle demasiada sal o elegir el menú que sabemos que menos le gusta a la persona diana, no hacer o hacer mal lo que habíamos prometido o en lo que nos habíamos responsabilizado (por lo tanto el no hacer ni dejar hacer), olvidar tomar la medicación o no colaborar en la recuperación para que los demás se preocupen y no se vean aliviados o se vean ``castigados'' con nuestro empeoramiento, son algunos ejemplo de tácticas que la mayor parte del tiempo se llevan a cabo con nuestro sacrificio y nuestro dolor, y por ello mismo nos quitan más que nos dan.

Qué empuja a los adolescentes a lesionarse


Se cortan, se queman, se golpean la cabeza, se dan puñetazos, se amputan las orejas, la lengua o, incluso, los genitales. La autoagresión suele comenzar en la adolescencia y normalmente no busca encontrar la muerte, aunque constituye un factor de riesgo de suicidio en el futuro. Ahora, un grupo de investigadores belgas y británicos desvela cuáles son algunos de los factores que predisponen a este tipo de comportamiento y qué tipo de personalidad protege de la automutilación.
Lo han conseguido tras llevar a cabo una investigación con 490 adolescente de entre 16 y 19 años, estudiantes de varios colegios británicos. "Los trabajos teóricos y clínicos indican que, primeramente, la autolesión constituye una estrategia para regular las emociones. También cumple con el papel de solicitar ayuda a los demás", comenta Moïra Mikolajczak, del departamento de Psicología de la Universidad Católica Louvain en Bélgica y autora principal del estudio.

Para esta especialista, los mecanismos "por los que se produce la automutilación todavía no están claros, pero parece que funciona a través de tres trayectorias: la anulación de las emociones no deseadas [como fórmula para distraerse de sentimientos intolerables]; su materialización [hacer que la emoción se convierta en dolor tangible] y su transformación [la autolesión provoca la relajación de endorfinas, lo que ocasiona cierta 'analgesia' que provoca una sensación de bienestar]", destaca la investigación, publicada en el último 'British Journal of Clinical Psychology'.

Partiendo, por tanto, de la base de que la autoagresión "a menudo funciona como como una estrategia para regular las emociones, hemos realizado este ensayo bajo la hipótesis de que la personalidad es un factor que puede predecir este tipo de comportamientos, lo que es particularmente importante a la hora de pensar en prevención", destaca la doctora Mikolajczak.

Durante el estudio, los participantes realizaron varios cuestionarios. Uno sobre inteligencia emocional (adaptabilidad, rasgos de empatía, de felicidad y optimismo, adaptabilidad, autoestima, entre otros), otro sobre depresión, así como uno relacionado con la autoagresión.
Los datos constatan que hasta un 27% de los estudiantes incluidos en la investigación reconoció haberse autolesionado deliberadamente, con cortes, quemaduras o tomando una sobredosis de drogas recreacionales. Uno de los resultados sobre el que los autores hacen especial hincapié es en el hecho de que hasta "un 65% de los que confesaron autoagredirse padecía síntomas de depresión", reza el documento

AUTOAGRESIONES

La afección, llamada trastorno de "autoincrustración", incluye la introducción de cuerpos extraños en tejidos blandos del cuello, los brazos, las manos, los tobillos y los pies.

"Este es el primer informe sobre este trastorno. Hay un pico significativo (de conductas de autoincrustación) a los 17 años", dijo el doctor William E. Shiels al presentar los hallazgos en 10 mujeres adolescentes de entre 15 y 18 años.
El 90% de los casos eran mujeres, el 90% manifestó haber tenido pensamientos suicidas y el 70% repitió la conducta con mayor intensidad.

"Les extrajimos 53 cuerpos extraños a nueve adolescentes. Hubo 15 episodios en esas adolescentes", dijo Shiels. Los materiales eran metales, plásticos, vidrios, piedras y hasta un crayón.
"Algunos de esos objetos eran bastante largos, lo que indica que las pacientes sufrieron dolor para resolver un conflicto interno", destacó Shiels. Los objetos variaron entre 2 y 160 milímetros de largo y de 0,5 a 3 milímetros de ancho.

"El trastorno de estrés postraumático fue una consecuencia común en esas adolescentes. Esas pacientes sufrieron de abuso crónico, tanto físico como sexual. Esas niñas internalizaron el dolor y el trauma", expresó Shiels a Reuters Health.

La respuesta más frecuente a por qué ellas recurrieron a esas conductas fue: "Quiero matarme”. Una adolescente usó sangre para escribirse “Mátenme” en el brazo, precisó el autor.
Shiels dijo que no pudo hallar referencias a esta forma de trastorno de autoagresión en la literatura. "Abrimos un registro seguro en internet para que los médicos envíen sus casos", señaló.

Los primeros cinco hospitales con los que se comunicó el equipo "dijeron que habían visto casos similares" y Shiels recibió varios informes de radiólogos presentes en esta reunión

miércoles, 24 de agosto de 2011

EFECTOS DEL ABUSO SEXUAL

Efectos a corto plazo
Entre el 70 y el 80% de las víctimas quedan emocionalmente alteradas después de la agresión (efectos a corto plazo). Las niñas suelen presentar reacciones ansioso-depresivas (muy graves en los casos de las adolescentes) y los niños problemas de fracaso escolar y de socialización, siendo más proclives a presentar alteraciones de la conducta en forma de agresiones sexuales y conductas de tipo violento.

Desde un punto de vista más teórico, el «modelo del trastorno de estrés postraumático» considera que los efectos son los propios de cualquier «trauma»: pensamientos intrusivos, rechazo de estímulos relacionados con la agresión, alteraciones del sueño, irritabilidad, dificultades de concentración, miedo, ansiedad, depresión, sentimientos de culpabilidad, etc. (efectos que pueden materializarse físicamente en síntomas como dolor de estómago, de cabeza, pesadillas...).
Por su parte, otro modelo teórico, el «traumatogénico», centra su atención en cuatro variables como causas principales del trauma:
  • sexualización traumática: el abuso sexual es una interferencia en el desarrollo sexual normal del niño, por cuanto aprende una vivencia de la sexualidad deformada (especialmente, cuando la agresión se ha producido en el hogar);
  • pérdida de confianza: no solo con el agresor sino con el resto de personas cercanas que no fueron capaces de impedir los abusos;
  • indefensión: el haber sufrido los abusos lleva a la víctima a considerarse incapaz de defenderse ante los avatares de la vida en general, provocando en él actitudes pasivas y de retraimiento;
  • estigmatización: sentimientos de culpa, vergüenza, etc. que minan su autoestima

Efectos a largo plazo

A largo plazo, aunque los efectos son comparativamente menos frecuentes que a corto plazo, el trauma no solo no se resuelve sino que suele transitar de una sintomatología a otra. Con todo, no es posible señalar un síndrome característico de la adultos que fueron objeto de abusos sexuales en la infancia o adolescencia. Existen numerosos condicionantes de la pervivencia de efectos a largo plazo, como puede ser, entre otros, la existencia en el momento de los abusos de otro tipo de problemas en la vida del niño (maltratos, divorcio de los padres, etc.) e, incluso, en muchos casos los efectos aparecen provocados por circunstancias negativas en la vida adulta (problemas de pareja, en el trabajo, etc.).
Los fenómenos más regulares son las alteraciones en el ámbito sexual, como inhibición erótica, disfunciones sexuales y menor capacidad de disfrute, depresión, falta de control sobre la ira, hipervigilancia en el caso de tener hijos o adopción de conductas de abuso o de consentimiento del mismo, y síntomas característicos de cualquier trastorno de estrés postraumático.

De forma más pormenorizada, pueden señalarse como efectos a largo plazo los siguientes: el abusado puede experimentar síntomas como retrospecciones (recuerdos traumáticos que se imponen vívidamente en contra de la voluntad), inestabilidad emocional, trastornos del sueño, hiperactividad y alerta constante. Por otra parte, también se pueden producir aislamiento, insensibilidad afectiva (petrificación afectiva), trastornos de memoria y de la concentración, fobias, depresión y conductas autodestructivas.

Tratamiento de víctimas y agresores

Las víctimas
El principal problema que hay con los abusos sexuales a menores es que, tanto si se trata de un simple acoso como si hay penetración, no suele dejar pruebas física duraderas en los niños. Por otro lado, ni el agredido ni los agresores, unos por la edad y otros por su problema, suelen ser capaces de explicar con precisión lo que ha ocurrido. Además, la confirmación de los hechos es complicada porque no suele haber más testigos oculares que la víctima y el agresor, el cual suele negar la acusación.
La valoración psicológica de un caso de abusos se aborda, fundamentalmente, a través de la entrevista psicológica al menor y la observación. Básicamente, son dos los tipos de entrevistas que se programan con la víctima: por un lado, aquellas que están encaminadas a investigar lo que ha ocurrido, y por otro las que están orientadas a la intervención sobre el niño como víctima del abuso.
La consecuencia inmediata que se extrae de los primeros contactos con la víctima es si la intervención terapéutica es necesaria o conveniente, pues no todos los menores víctimas de abusos presentan síntomas psicopatológicos que obligan a un tratamiento. Normalmente, determinadas características individuales del menor y de su contexto sociofamiliar pueden ser suficientes como para proteger al menor del impacto negativo del abuso.
Se han señalado cuatro criterios básicos que sugieren una mayor urgencia de actuación en un caso de abuso:la convivencia del agresor con el niño tras el abuso; la actitud pasiva o de rechazo hacia el niño por parte de su familia; la gravedad del abuso; la ausencia de una supervisión del caso que pudiese evitar nuevos abusos.
Se han señalado, también, dos grandes fases, con sus correspondientes técnicas, en el proceso de intervención sobre una víctima de abusos sexuales: una primera fase educativa y una segunda específicamente terapéutica.

Los agresores


Muchos estudios y experiencias forenses demuestran que sólo unos pocos de estos agresores sexuales pueden ser diagnosticados como psicópatas sexuales —cuyo reto en la intervención sí que consideramos francamente complejo— y, por tanto, la posibilidad del tratamiento y la rehabilitación del resto de agresores sexuales se convierten en una realidad factible.
El abusador de niños es una persona razonablemente integrada en la sociedad, en cualquier caso siempre mucho más que un violador. Suelen carecer de historial delictivo. En consecuencia, su actitud habitual ante el problema es negarlo o minimizarlo, con el objeto de no ser identificado como tal por la sociedad, en la que el abuso sexual a menores genera un gran rechazo y es objeto de sanciones penales.
El pederasta puede aprender a controlar su conducta, pero no la inclinación pedófila, la cual es causa de sufrimiento en una parte de los pederastas (conscientes de su proclividad a los abusos sexuales) pero no en todos. Por lo demás, no todos los pederastas son pedófilos, pues en muchos casos solo están usando a los niños como sustitutos de adultos a los que no pueden acceder para mantener relaciones sexuales con ellos.
Se han señalado cuatro categorías principales de negación por parte de los abusadores sexuales, las cuales implican sendos tipos de dificultades a la hora del tratamiento:
  • negación de los hechos: se trata de la categoría que implica la forma más difícil de tratar y superar el problema;
  • negación de conciencia: el abusador echa la culpa a distintos aspectos no controlables por él, como el alcohol, impulsos irrefrenables, etc.
  • negación de responsabilidades: el abusador atribuye la culpa a la víctima;
  • negación del impacto: el agresor acepta su responsabilidad, pero minimiza sus consecuencias.








Consecuencias de los abusos sexuales a menores

Los indicios de posibles abusos
Existen dos grandes tipos de indicios que pueden sugerir la existencia de abusos sexuales sobre un menor: los problemas conductuales y las dificultades emocionales.

 En el primer tipo se incluyen, entre otros, problemas como el fracaso escolar, la negativa a hablar o a interrelacionarse afectivamente con los demás, la tendencia a la mentira, la promiscuidad y excesiva reactividad sexual, los ataques de ira, las conductas autolesivas, la tendencia a la fuga y el vagabundeo, etc.
En el segundo tipo se encuentran dificultades como la depresión, la ansiedad, la baja autoestima, los sentimientos de impotencia, la dificultad para confiar en los demás, determinados síntomas psicosomáticos (dolores en diversas partes del cuerpo, por ejemplo), trastornos del sueño o, por el contrario, deseo constante de refugiarse en él.

Las consecuencias de los abusos

Una gran cantidad de estudios Indican que la mayoría de las víctimas infantiles de abusos sexuales sufren daños como consecuencia de los mismos:tienen dificultades para sentirse personas y para crecer con autonomía. [Los excesos de estimulación debidos a manipulaciones brutales y a emociones perturbadoras o frustrantes los dejan  en un estado sensorial confuso y evanescente: entienden que son prisioneros de la voluntad ajena, se sienten amenazados pero no pueden responder o sustraerse a ella. Todas las referencias sensoriales, afectivas y representativas se confunden cuando un niño es víctima de un abuso sensorial o afectivo que no puede integrar.  Cuando un adulto abusa de la propia fuerza y del propio poder, el niño no puede oponerse en un plano de igualdad: no posee el lenguaje, aún no es autónomo, su vida depende de los mayores. Sirviéndose del niño como objeto sexual, asustándolo y sobreexcitándolo cuando aún no es libre de elegir o sustraerse


Consecuencias del incesto
En cuanto a las consecuencias de los abusos sexuales intrafamiliares,
La casuística muestra que casi el 30% de las mujeres que recurren a un tratamiento psiquiátrico refieren una historia de incesto. Prácticamente todos los síndromes psiquiátricos conocidos han sido señalados como posibles consecuencias de una experiencia de incesto: frigidez, promiscuidad sexual, fantasías o relaciones homosexuales, delincuencia, depresión con tendencias suicidas, fobia, psicosis después del parto, anorexia nerviosa, crisis histéricas y ataques de ansiedad. Análogamente se ha comprobado que muchas mujeres que han sido violadas en más de una ocasión han sido víctimas de incesto. También los estudios realizados con prostitutas han demostrado que cerca del 50% de ellas tenían a sus espaldas un historial de abusos sexuales entre los muros domésticos  Entre los drogadictos graves a menudo hay mujeres víctimas de una experiencia anterior de incesto. También se ha observado que un porcentaje considerable de los hombres que se encuentran en la cárcel por delitos sexuales  había estado sexualmente implicado con algún miembro de su familia


El abusador


                               Características generales
Los abusadores sexuales de menores son, mayoritariamente, hombres (aproximadamente, un 87%, y de más edad que los agresores de mujeres adultas, respecto de los que desempeñan profesiones más cualificadas y mantienen trabajos más estables) casados y familiares o allegados del menor, por lo que tienen una relación previa de confianza con este (solo entre el 15 y el 35% de los agresores sexuales son completos desconocidos para el menor); cometen el abuso en la etapa media de su vida (entre los 30 y los 50 años), aunque la mitad de ellos manifestaron conductas tendentes al abuso cuando tenían menos de 16 años (recuérdese que entre un 20 y un 30% de las agresiones sexuales a menores son cometidas por otros menores). Las mujeres abusadoras suelen ser mujeres maduras que cometen el abuso sobre adolescentes.
El abusador sexual es una persona de apariencia, inteligencia y vida normal. Con todo,
suelen presentar rasgos marcados de neuroticismo e introversión, así como inmadurez (en forma de infantilismo, por ejemplo). No obstante, la pedofilia suele aparecer junto con otra parafilia —el exhibicionismo, por ejemplo— y estar asociada a otros trastornos, como el alcoholismo o la personalidad antisocial. No es infrecuente una relación entre la pedofilia y la personalidad obsesiva.
Según un estudio, la mitad de ellos no recibió ningún tipo de expresión de afecto durante su infancia y adolescencia, presenta problemas con el consumo de alcohol y no presenta déficit en habilidades sociales, aunque sí falta de empatía hacia sus víctimas, negando además el delito (rasgos no necesariamente acumulables en cada individuo).
También se ha señalado que la personalidad del abusador, que disfrutaría sometiendo a un niño y causando un sufrimiento, se encuadra dentro de lo que se denomina «estructura psicológica perversa».


 Tipos

Se pueden distinguir dos grandes tipos de abusadores: los primarios y los secundarios o situacionales.
  • Los primarios muestran una inclinación sexual casi exclusiva por los niños y su conducta compulsiva es independiente de su situación personal. Se trata, clínicamente, de «pedófilos» en un sentido estricto del término, que presentan unas distorsiones cognitivas específicas: consideran su conducta sexual como apropiada (no se siente culpables ni avergonzados), planifican sus acciones, pueden llegar a atribuir su conducta a un efecto de la seducción por parte del menor o pueden justificarla como un modo de educación sexual para este.
El origen de esta tendencia anómala puede estar relacionado con el aprendizaje de actitudes extremas negativas hacia la sexualidad o con el abuso sexual sufrido en la infancia, así como con sentimientos de inferioridad o con la incapacidad para establecer relaciones sociales y heterosexuales normales


Abuso sexual infantil

El abuso sexual constituye una experiencia traumática y es vivido por la víctima como un atentado contra su integridad física y psicológica, y no tanto contra su sexo, por lo que constituye una forma más de victimización en la infancia, con secuelas parcialmente similares a las generadas en casos de maltrato físico, abandono emocional, etc.Si la víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, el malestar puede continuar incluso en la edad adulta.


En su mayoría, los abusadores son varones (entre un 80 y un 95% de los casos) heterosexuales que utilizan la confianza y familiaridad, y el engaño y la sorpresa, como estrategias más frecuentes para someter a la víctima. La media de edad de la víctima ronda entre los 8 y 12 años (edades en las que se producen un tercio de todas las agresiones sexuales). El número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.
Los niños con mayor riesgo de ser objeto de abusos son:
  • aquellos que presentan una capacidad reducida para resistirse o para categorizar o identificar correctamente lo que están sufriendo, como es el caso de los niños que todavía no hablan y los que tienen retrasos del desarrollo y minusvalías físicas y psíquicas;
  • aquellos que forman parte de familias desorganizadas o reconstituidas, especialmente los que padecen falta de afecto que, inicialmente, pueden sentirse halagados con las atenciones del abusador;
  • aquellos en edad prepúber con claras muestras de desarrollo sexual;
  • aquellos que son, también, víctimas de maltrato.
Según un cálculo de las llamadas «cifras ocultas», entre el 5 y el 10% de los varones han sido objeto en su infancia de abusos sexuales y, de ellos, aproximadamente la mitad ha sufrido un único abuso.
Los abusos a menores de edad se dan en todas las clases sociales, ambientes culturales o razas. También, en todos los ámbitos sociales, aunque la mayor parte ocurre en el interior de los hogares y se presentan habitualmente en forma de tocamientos por parte del padre, los hermanos o el abuelo (las víctimas suelen ser, en este ámbito, mayoritariamente niñas). Si a estos se añaden personas que proceden del círculo de amistades del menor y distintos tipos de conocidos, el total constituye entre el 65-85% de los agresores.

Los agresores completamente desconocidos constituyen la cuarta parte de los casos y, normalmente, ejercen actos de exhibicionismo; sus víctimas son chicos y chicas con la misma frecuencia.
El 20-30% de los abusos sexuales a niños son cometidos por otros menores


Signos de posible abuso sexual


Heridas inexplicables, especialmente en los genitales y los senos (en mujeres).

  • Vestimenta rota o manchada.




  • Embarazo.




  • Infecciones de transmisión sexual.




  • Problemas de comportamiento inexplicables.




  • Depresión.




  • Autoabuso o comportamiento suicida.




  • Abuso de drogas o alcohol.




  • Pérdida espontánea de interés en la actividad sexual.




  • Aumento espontáneo del comportamiento sexual.




  • Trauma severo




  • Sugilación




  • Él diagnóstico medico legal de la victima de abuso sexual se basa en una eficiente y meticulosa historia clínica, la cual es dirigida y destinada a aportar pruebas que puedan tipificar el delito, esta de por sí es complicada puesto que muchas veces la victima se encuentra traumatizada y por razones obvias es poco colaboradora con el interrogatorio y el examen físico, o bien se trata de un menor que además tiene dificultades para expresar adecuadamente el suceso, todo ello implica el seguir una metodología, existiendo para ello protocolos establecidos a los cuales el medico legista debe ceñirse al momento de realizar su pericia.
    Sin embargo en el transcurso de una consulta medica puede verse él medico no especialista obligado a realizar un examen del área genital, en el cual puede haber sospecha de un abuso, por esta razón es necesario tener conocimientos sobre el tema para poder orientar adecuadamente él diagnostico y referirlo a un servicio de medicina legal.
    Por este motivo es que me atrevo a presentarles el presente trabajo donde de modo sucinto trato de resaltar los puntos más relevantes a tomar en consideración para la elaboración de una adecuada historia clínica y un diagnóstico certero.





  • La anamnesis Debe considerar entre los antecedentes aquellos que tengan especial relevancia con el delito, por ejemplo si tiene historia anteriores de maltrato infantil, si proviene de una familia de alto riesgo (Disfuncional), si padece enfermedades orgánicas que puedan confundir el diagnóstico (Enfermedad de Crohn, entre otras), si tiene alguna alteración del comportamiento, algún grado de déficit intelectual, si consume drogas, etc.
    En el desarrollo del interrogatorio medico y relato del hecho lo más difícil es hacer empatia con el paciente para poder rescatar datos veraces del suceso, recordemos que en muchos casos hay victimización, amenaza, seducción o simplemente la víctima trata de borrar el suceso de su memoria como un mecanismo de defensa.



  • Otra dificultad al momento del interrogatorio lo constituye la victima infantil, puesto que muchas veces su declaración es puesta en duda, sobretodo si el menor se retracta de lo revelado inicialmente como ocurre muchas veces, ya sea por miedo, temor familiar o poca experiencia del entrevistador; sin embargo ciertas características presentes en el relato nos orientan de la veracidad del mismo. En estos casos durante el relato el menor suele describir la anatomía o fisiología sexual mostrando un conocimiento no acorde a su nivel de instrucción, detallando eventos como el coito, la eyaculación, etc.






  • Además demuestra durante el relato un grado de emoción, muchas veces miedo al recordar el hecho, temor a la muerte o sentimientos de autoculpabilización por lo ocurrido, esta descripción incluye situaciones típicas de abuso realizadas por el agresor hacia la víctima como son la amenaza, el chantaje, la seducción. El relato en general debe ser espontáneo, fluido, con precisión de algunos detalles importantes; si bien puede haber cambios en algunos puntos de la declaración conforme esta avanza, lo hechos sustanciales en si no deben variar. (Tabla I).